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martes, 20 de diciembre de 2011

Caperucita Roja y el Lobo

" ¡Arriba perezosa, ya son las seis!". El señor despertador parlante, Don Ring-ring, era un buen amigo, discreto, y sabía mucho de sus intimidades, al menos, ella le contaba todo lo que le pasaba, a lo cual él respondía, casi mecánicamente, tras escucharla y un silencio de más de tres segundos, con alguna de sus frases grabadas en forma aleatoria: "¿no me digas?", "sí claro", "a mi me pasa igual", o "hasta ahí podíamos llegar"; y con la posibilidad, que no facilidad, de poderle grabar las frases cortas que se quisiese en su tarjeta de memoria.

"¡Arriba perezosa, ya son las seis y cinco!". - Vale, vale, STOP, ¿me has escuchado?, STOP...."a mi me pasa igual". - No, no te estoy hablando, te estoy parando, STOP, STOP. "Alarma detenida, que pases un buen día", - Gracias, igualmente,... "hasta ahí podíamos llegar". Don Ring-ring no le permitía nunca a ella decir la última palabra, ya que siempre era contestada, pero tenía sus recursos, salía de su habitación, y se despachaba a gusto, - pero qué vas a saber tú de lo que te estoy contando, si tienes alma de cortocircuito y cuerpo de metacrilato, ¡adiós, papagayo!

Doña Thermomix, ya le había preparado el desayuno, chocolate caliente con churros, y estaba afanada con la comida, que tendría lista en ocho minutos según marcaba su pantalla multifunción. Nunca llegó a hablar. Desde muy pequeña, siempre se ha comunicado a través de mensajes escuetos y escritos, y todo lo más que llega a pronunciar son distintos pitidos que utiliza según su criterio. Con tres pitidos cortos y seguidos, indica que ya tiene la comida preparada.

El día se presenta interesante para Alexia, hoy es martes, y tendrá clase de ballet por la tarde. No es que el ballet le interese demasiado, pero sí su profesor, Francesco. En realidad se llama Paco, pero ella lo ha ajustado un poco. Nada rutinario, nada normal. De lo normal no se extrae la alegría, le había inculcado su abuela, sólo melancolía, y con esta puede uno vivir cien años, o más bien parecerlos, de lo largos que se hacen los días.

A primera hora toca clase de inglés. Yes you can!, reza bien grande en la lámina que da entrada a la clase de inglés. Sí, Miguel ha venido. Ayer no vino. Se han cruzado miradas de polos opuestos, esquivas, hasta que se han sonreído. Miguel es su mejor amigo, bueno, prácticamente es con el único chico con el que se atreve a hablar a solas, pero no lo considera nada más. Aunque un cierto cosquilleo le produce su presencia cercana.

La última clase hoy es de Filosofía. A Alexia no le gusta, por la oportunidad perdida. Le habría encantado filosofar y pensar en voz alta, pero se trataba de historia de la filosofía.

El revuelo general indica la proximidad del sonido de la campana. Una nota escrita le han pasado sus compañeras del pupitre de atrás. "Esta tarde, a las cuatro, estaré en el Parque de los Álamos. Mike". Le encantaba su timidez, que sólo rompía de forma rotunda con un paso al frente decidido, y ahí estaba, invitándola a reunirse en el parque. Con una leve sonrisa dirigida, aceptó la invitación.

El comedor del colegio era una olla en ebullición, pero no llena de garbanzos, sino de niños y no tan niños, que se apresuraban a comer el menú o bien lo que hubiesen traído en sus mochilas, como era el caso de Alexia. Doña Thermomix le había preparado unas lentejas que realmente odiaba, pero que se las comía de todas formas. Su abuela manejaba el programa de los menús de forma remota desde su tableta, y era prácticamente imposible piratearla, ya lo había intentado en un par de ocasiones, y se había quedado sin comida ese día.

A las cuatro se encaminó hacia el Parque de los Álamos, de todas formas tenía que pasar por allí para llegar al ballet a las cinco, por lo que esta vez adelantó un poco la salida. El parque estaba un poco descuidado y sucio, pero sin posible comparación con el asfalto. En él podía dar vida a sus fantasías, a las que adornaba con caballeros apuestos, príncipes encantados, y heroínas que rescataban a la ciudad de los malvados. Allí estaba Miguel, sentado sobre el poyete de la fuente.


- Hola, ¿para qué me has citado?
- El otro día, todos se rieron cuando dijiste que te gustaba el cuento de Caperucita Roja. Pero yo no me reí, a mí también me gusta, y quería que lo supieras.
- Ya, si. Pues qué bien, ¿no?...¿y ya está?
- Bueno, ¿qué vas a hacer ahora?
- Tengo clase de ballet a las cinco, dos calles detrás del parque.
- ¿Puedo acompañarte?
- No te imagino en clase, además mi abuela me estará esperando a la entrada.
- Entonces me quedaré por aquí, vete tú, pero no cruces por el parque que he visto entrar a gente extraña, mejor rodéalo.
- Bien, gracias, nos vemos mañana, en clase.

Con el tiempo justo debido al rodeo, llegó para saludar a su abuela, cambiarse y entrar en clase. El programa del día anunciaba "Pedro y el Lobo" de Afanasiev, y no se lo había preparado, ni tan siquiera las audiciones. Allí estaba Francesco, dulce y fuerte, como siempre. Quedó impresionada por el personaje que hacía de lobo. Sus movimientos, paradas, giros, y cuando la agarró fuerte entre sus brazos, la dejaron boquiabierta. Su abuela, que la observaba con detenimiento, también suspiraba en sus fugaces encuentros. Cuando finalizó, intentó conocer a tan apuesto lobo, pero se fue fugaz y escurridizo. Una nota le entregó su abuela, de parte del lobo. "Me gustaría verte de nuevo, mañana en el parque, a la misma hora. Auuuu!. Mike."

Guerrero

2 comentarios:

  1. Dulce relato donde el lobo, caperucita y la abuelita parecen dejar atrás viejas rencillas. Un lobo enamorado. Una abuelita cómplice. Una caperucita tímida y escurridiza.

    Una caperucita contemporánea qué no sabe que lo es. Un lobo qué no sabemos si es. Una abuelita que sabe que es. Realidad y ficción se entremezclan, para dejarte al final, el sabor amargo de la derrota. Tú ganas Guerrero... no sé si es casualidad, realidad o ficción. Lo que sí sé, es que esta versión me gusta más que la original.

    ¡Gracias por traer este relato al blog!

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  2. Jesús, gracias por tu comentario y aportar a esta otra versión de Caperucita algo más moderna.

    ¡Felices Fiestas!

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